Después de la batalla

Otra parida, otro relato al que le tengo cariño. Espero que guste.


Después de la batalla

La luz de la luna calló sobre el rostro del elfo, sangraba por las vacías cuencas de sus ojos. Una nube ocultó de nuevo la luna, dejando el campo de batalla sumido en la más profunda oscuridad. A lo lejos, entre las montañas de muertos, se escuchaban gemidos de dolor. Tal vez fueran de un orco, de un elfo, de un enano, de un humano… en la agonía, todas las razas se hermanaban. Muchos habían muerto aquel día, delante de aquellas inmensas puertas que durante tantos años se habían resistido a caer. Puertas que contemplaron la huída de Beren y Lúthien, la muerte de Fingolfin tras su singular batalla contra Morgoth, la captura de Húrin. El rugido de rabia de un balrog se impuso sobre los demás gemidos, alguien lo estaba rematando. La luz de la luna volvió a traspasar el manto de nubes, dejando ver de nuevo el dantesco paisaje. Multitud de cadáveres eran el resultado del choque brutal entre los dos grandes poderes de Arda, los servidores de Melkor y los servidores de los Valar. Dragones, elfos, humanos, orcos, balrogs, licántropos, enanos… Pero el mayor destrozo lo habían desatado los propios Valar, la tierra había temblado de miedo al saber que de nuevo los moldeadores del mundo combatían. Las puertas se encontraban ahora en el suelo, arracadas por la furia de Tulkas. Entre los cadáveres, dos figuras hablaban: dos enemigos irreconciliables, un elfo y un orco, hermanados en el momento final de sus vidas.

- Gran batalla, elfo- rió el orco mientras la sangre goteaba por las comisuras de su boca-, así si que merece la pena morir.
- Morir no merece la pena- el elfo estaba pálido, tanto como sus parientes nocturnos-. Dejaré este mundo para partir a las lúgubres estancias de Mandos, en las que vagaré durante eones.
- Maldito elfo, aún eres capaz de quejarte. Los tuyos han ganado.
- Al precio de muchas vidas.
- Vidas entregadas a la furia de la batalla, la mejor muerte que puede pedirse. Además, lo hijos de Ilúvatar conocéis vuestro destino después de la muerte, los orcos no. Nadie lo sabe, ni siquiera nuestro padre adoptivo.
- ¿Lo llamáis padre? Solo os ha producido dolor y sufrimiento.
- Pero nos ha producido algo, es más que nada. Vivimos nuestra dolorosa vida con plenitud.
- La lucha no es plenitud, el sufrimiento ajeno no es plenitud.
- ¿Y qué es la plenitud? ¿Cantar bajo las hojas de los árboles? ¿Comer dulces manjares? Lo será para los tuyos, elfo, para los míos eso es desperdiciar la vida.
- No, vosotros la desperdiciáis en el campo de batalla, dejando que vuestro destino lo decida la suerte.
- La suerte solo influye un poco en la batalla, confiamos más en nuestra propia habilidad. Eso nos hace sentir vivos, llevo siglos matando y disfrutando con ello, ya sea a orcos, humanos o elfos.
- ¿Siglos? – El elfo se extrañó- Creía que los orcos vivían poco tiempo.
- La mayoría muere antes de cumplir los 50, siempre con la violencia de por medio. No se de algún orco que muriera postrado en la cama por la vejez, reducido a una alimaña enclenque. Y he vivido muchos años, soy uno de los primeros entre los míos- miró con una sonrisa al elfo-. Mis recuerdos alcanzan tiempos muy lejanos, tiempos en los que caminé junto a Thingol antes de que Melian lo sedujera.
- Entonces…
- Sí, nací como elfo. Pero mis descendientes han nacido todos como orcos de la más pura raza, sin un solo rasgo elfo en su rostro que les mancille.
- ¿Descendientes? ¿No salís de oscuros pozos como cuentan las leyendas?
- Por supuesto que salimos de un oscuro pozo, pero es muy similar al pozo del que salís vosotros, elfo. – El orco echó la cabeza hacia atrás y soltó una fuerte carcajada.
- Entonces, hay mujeres orcas.
- Sí, aunque no se diferencian demasiado de nosotros. Hasta nuestro tono de voz es parecido- miró al campo con algo parecido a la tristeza-. Muchas han caído hoy aquí… nos costará recuperarnos.
- Si es que os recuperáis.
- Nos recuperaremos, tenlo por seguro. Aseguraremos un futuro de gloriosas guerras.
- No hay gloria en la guerra, orco. Solo muerte. Aún cuando toda la matanza acaba, las cicatrices quedan en las personas que sobreviven, en la tierra que ha bebido nuestra sangre. ¿No lo notas? La tierra está cada vez más húmeda, el continente entero se hunde. Se ha desatado un poder demasiado grande, equivalente al que se usó para moldear el mundo hace tantas decenas de milenios. Nuestra tumba estará junto a los peces en las profundidades del mar.
- Más de lo que podría soñar, yo esperaba que me comieran los gusanos o los lobos, como a todos los que han muerto antes que yo. Ten en cuenta una cosa, este día pasará a la historia. Todas las generaciones que vengan detrás conocerán esta batalla, siéntete orgulloso de haber podido vivir hasta hoy.
- Preferiría no haberlo vivido y pasar el resto de la eternidad junto a mi esposa en Valinor. Tal vez los Valar me permitan pasear de nuevo por los bosques de Lórien, pero no lo creo probable. Tardaré siglos en volver a verla.
- Pero tal vez la vuelvas a ver, yo no podré volver a ver nada de esto, nunca.

Callaron, sus heridas sangraban abundantemente.

- ¿Sabes, orco? Nos parecemos, tal vez en eras venideras nuestros pueblos vuelvan a hermanarse. Los orcos ansiáis la batalla, pero esa la principal diferencia entre nuestras razas, por no decir la única de importancia. ¿Por qué hemos peleado siempre?
- Nos lo ordenaron. Siempre hemos sido peones en manos de los verdaderamente poderosos. Los Valar han jugado con nosotros como han querido.
- Es verdad, solo somos peones- calló un momento-. Tenías razón, orco, esta ha sido una batalla gloriosa.
- Tenías razón, elfo, ha muerto demasiada gente.

El silencio volvió a caer sobre el campo de batalla, roto solo por los gemidos de dolor.

2 comentarios:

  Jorge Lázaro

15 de diciembre de 2008, 18:13

vaya, el relato es buenísimo. Me ha gustado mucho.

Me parece interesante la idea de basarte en el mundo de Tolkien (porque lo has hecho, ¿no?), aunque, todo hay que decirlo, sin alcanzar su maestría. De todas formas, ya te digo que me ha gustado bastante.

Un saludo,
Spartan George

  Roldán

25 de diciembre de 2008, 20:00

Concretamente, el relato está ambientado en la Guerra de la Ira o, más concretamente, justo después de la Guerra de la Ira, con Melkor recién derrotado y con los restos de la batalla aún frescos.